Bienvenido al laberinto de mis emociones. Después de entrar, cierre la puerta.

viernes, 3 de febrero de 2012

Ser feliz...

Un deseo que pende del hilo del sufrimiento,
un camino con senderos empinados,
una pluma hamacada por el viento,
un viaje por la ruta del tránsito pesado.



domingo, 13 de noviembre de 2011

Perder la razón

   En el consultorio de mi psiquiatra está prohibido salir al balcón. Me lo comentó su secretaria mientras me asignaba el turno para el próximo mes. "Hay pacientes peligrosos, suicidas... Una vez me llamaron la atención porque alguien salió a fumar y yo no me di cuenta", me contó con total confianza. Evidentemente, ella está convencida de que yo no soy ese tipo de paciente.
   Mientras guardaba la receta del antidepresivo en mi bolso, me pregunté quién podía ser tan estúpido como para intentar matarse saltando al vacío desde un segundo piso. Me reí internamente, pues la prohibición me pareció absurda. Aunque no me molestaba, porque yo no fumo.
   Salí del edificio envuelta en pensamientos irónicos y creo que caminé dos cuadras antes de darme cuenta de que estaba racionalizando una situación que, en realidad, no tenía nada de racional.
   El mero hecho de que una persona quiera acabar con su vida implica que ésta ha perdido la razón. ¿Cómo podría reconocer la distancia entre el balcón y la vereda? ¿Cómo? Si ha perdido todo tipo de perspectiva y eso la ha llevado a creer que sus problemas no tienen solución.
   Sentí pena y compasión por esos pacientes peligrosos y suicidas. Me acordé de que yo también, alguna vez, perdí la perspectiva.
  Seguí caminando y, antes de cruzar la avenida, me pregunté por qué una mujer tan racional como yo había terminado, nuevamente, en el consultorio de un psiquiatra. 
   La respuesta fue sencilla: No he perdido la razón, he perdido la esperanza.
   Pero la estoy buscando y sé que voy a recuperarla.

                                             "El grito ", de Edvard Munch.

viernes, 24 de junio de 2011

Resurgir de las cenizas

   Una nube de cenizas volcánicas cruzó la cordillera a principio de mes y, desde entonces, la Patagonia argentina luce un paisaje triste y gris.
   La erupción del Puyehue, al sur de Chile, provocó una lluvia infinita de cenizas en ciudades que habitualmente se cubren de nieve y se llenan de turistas durante el invierno.
   En Villa La Angostura, el pueblo más castigado, la gente abandonó sus casas y comenzó a emigrar. En Bariloche hubo cortes de suministro eléctrico, suspendieron las clases en las escuelas y cerraron el aeropuerto.
   Pero no sólo el Sur, una región azotada siempre por el frío, sufrió los efectos del residuo volcánico. La nube llegó a Buenos Aires y, por razones de seguridad, se cancelaron los vuelos de todas las aerolíneas.
   Así estamos desde hace casi un mes: Sumidos en una gran nube gris.
   Ningún poeta pudo imaginarla. Es la metáfora ideal de la tristeza, la soledad y el aislamiento. Es la que nos tapa el cielo, las estrellas y la luna. La que no nos dejó ver el eclipse el 15 de junio y nos condenó a esperar, nuevamente, hasta 2018.
   Me he llegado a preguntar si ésto durará para siempre. Y sin embargo fantaseo con volver a Villa La Angostura y Bariloche.
   Porque a las dos ciudades las conocí hermosas, ahora quiero conocerlas grises y desoladas. Quizás, como un espejo de mi alma...
   Pero entre tanta angustia, el alma siempre encuentra una manera de revertir la adversidad: Hoy me enteré de que, con las cenizas volcánicas acumuladas en la Patagonia, van a fabricar ladrillos para construír viviendas sociales.
   Ningún poeta lo habría imaginado. Es la metáfora perfecta de que nunca hay que rendirse y de que todo, en la vida, sucede por una razón.

El Ave Fénix resurge de sus propias cenizas.

domingo, 19 de junio de 2011

Mi soledad

   Amo mi soledad porque la elijo. La cuido con recelo. La protejo de promesas falsas, personas enmascaradas e ilusiones vacías. 
  La escondo, la defiendo, la mezquino. La mantengo a salvo de ruines, de mentirosos, de cobardes, de aduladores y de incapaces. La oculto de la mirada crítica de una sociedad incomprensiva.
  Amo mi soledad porque me elige y me espera. Ella me protege de promesas falsas, personas enmascardas e ilusiones vacías.

miércoles, 15 de junio de 2011

Un milagro para Walter

   Walter sufre de agorafobia desde hace 13 años y hace dos que pasa la mayor parte del tiempo encerrado en su dormitorio. Abandonó el tratamiento hace 6 meses porque su fobia no le permite salir a la calle y acercarse al hospital que queda a sólo dos cuadras de su casa.
   Hace un par de semanas sacó la cuenta y descubrió que la medicación que le había recetado el último psiquiatra que lo trató va a terminarse antes de fin de mes. Llamó al hospital y le dijeron que el psiquiatra no concurre al domicilio de los pacientes, sólo atiende en su consultorio. ¿Cómo iba a vencer ese abismo de dos cuadras? ¿Cómo? Si para él esa distancia equivalía a la muerte.  
  La agorafobia es el miedo a los espacios abiertos. El término griego "agora" hace referencia a la plaza pública donde los integrantes de la antigua civilización se juntaba a dialogar y debatir. Por eso, los espacios públicos y las multitudes son el máximo terror de un agorafóbico.
  No conozco personalmente a Walter, es el primo de un amigo de otro amigo. Una víctima, como yo, de las redes sociales. 
  Al no poder salir de su casa, Internet se convirtió en su único contacto con el mundo. Quizás en algún sitio de compra y venta podría haber conseguido la medicación barata y sin receta, pero tuvo una idea mejor: escribir.
  Walter empezó a escribir asiduamente en su blog, volcó en él todas sus emociones. A modo de bitácora, fue detallando lo que sentía con el correr de las horas. Publicó más de una entrada por día y entonces... ocurrió el milagro.
  El domingo, sin pensarlo, salió a la calle.
  Así como existen las musicoterapia y la danzaterapia, también existe escritura terapia. El arte, como medio de expresión, puede sanar al ser humano.
  Walter todavía no sabe si volverá a salir de su casa. Yo sé que sí.


El blog de Walter:http://walter-achart.blogspot.com/

miércoles, 8 de junio de 2011

El vuelo de la gaviota

   No hay mayor símbolo de la tragedia que morir un martes 13 debajo de una lluvia torrencial. Así se fue Gabiota de este mundo, a los cinco días de su cumpleaños.
   Sí, Gabiota con "b". Sus amigos la bautizaron así como superlativo de "Gaby", pero también jugaron con el significado de la palabra.
   Desde hace más de un año, vuela más cerca del cielo que nunca. Todos la recuerdan. Yo jamás voy a olvidarla.
   No hay que pasar demasiados momentos con una persona para llegar a conocerla y quererla con el alma. Así me pasó con Gaby. 
   Sentía por ella una extraña mezcla de empatía y admiración. Nuestras vidas tenían mucho en común. El dolor nos había acercado.
  Gabiota nunca se rendía, siempre salía adelante. Era como el ave Fénix.
  El día que se fue, no me alcanzaban las lágrimas para llorarla. Seguía lloviendo y el cementerio era una alfombra de barro. Yo miraba a su madre sin poder imaginar el desconsuelo de esa mujer, que había enterrado a dos hijas, y esperaba que alguien viniera a despertarme de esa pesadilla cruel. Pero nadie vino, porque estaba despierta.
  Ahora, cuando duermo, a veces sueño con ella. Y en ese sueño, Gabiota y yo volamos juntas lejos del dolor.